El Dr. Sans mostró el ejemplo de un bebé de 3 o 4 años con apneas nocturnas indicando que a menudo no hay diagnóstico porque es una afectación que se relaciona con los adultos. Pero los niños también sufren apneas nocturnas que, si no se tratan, dan lugar a una afectación sistémica igual que en los adultos. El tratamiento habitual consiste en extraer vegetaciones y amígdalas, pero esto no soluciona el problema. Así, la hipoxemia intermitente, producto de las apneas, activa un proceso inflamatorio que generará una enfermedad cardiovascular. Si a este proceso inflamatorio le añadimos la presencia de obesidad, tendremos consecuencias metabólicas: hipertensión, insulinorresistencia y dislipemia (alteración del control de lípidos).
Los últimos estudios han mostrado que, mientras que los niños con apneas del sueño y obesidad presentan insulinorresistencia y dislipemia, los niños sin obesidad y apneas del sueño presentan sólo dislipemia; es decir, que la dislipemia está asociada a las apneas del sueño. Y la parte más importante es que, si hay un diagnóstico y un tratamiento precoz de la apnea del sueño en el niño, a diferencia del adulto, sí se soluciona el problema y de una manera eficaz.
En poblaciones pediátricas especiales con determinadas dolencias tales como síndrome de Down, donde a menudo hay apnea del sueño y obesidad, la asociación americana de pediatría recomienda hacer un estudio de sueño a partir de los 4 años. En este perfil de paciente, se ha demostrado que la intervención de vegetaciones y amígdalas deja una apnea del sueño residual en un 30-40% de los casos.