Durante los 12 primeros meses de vida, un bebé desarrolla los patrones de sueño y vigilia y progresivamente aprende a dormirse solo y volverse a dormir después de un despertar nocturno. Aunque en muchos casos esto no es así. ¿Qué factores intervienen?
Durante los 12 primeros meses de vida de un bebé, en el proceso de desarrollo de los patrones de sueño y vigilia normales, la distribución de las horas del sueño a lo largo del día cambia. Los bebés recién nacidos tienden a dormir 16-17 horas repartidas en períodos de entre 3 y 4 horas que se distribuyen a lo largo de las 24 horas del día, mientras que al año, la mayor parte del sueño se desplaza a la noche y los períodos de sueño se alargan.
Asimismo ocurre con la proporción de las distintas fases del sueño. A lo largo de los meses, el sueño de movimiento ocular rápido (MOR o REM, por sus siglas en inglés), que es la fase de sueño de carácter más activo disminuye, y el sueño de movimiento ocular no rápido (NREM), que es una fase de sueño más tranquila, aumenta.
Un factor clave para consolidar un patrón de sueño saludable es que, durante estos 12 meses, el bebé adquiera la capacidad de calmarse y dormirse solo durante los despertares nocturnos. Pero las investigaciones muestran que esta habilidad no la desarrollan todos los bebés.
Un estudio publicado en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry, and Allied Disciplines ha evaluado los factores predictivos y las actuaciones que intervienen en la aparición de la capacidad del bebé de calmarse a sí mismo y dormirse solo. Los autores registraron los patrones de sueño-vigilia de 80 niños y distintas variables asociadas durante el primer año de vida. Para ello, utilizaron cuestionarios que rellenaron sus padres y monitorizaron al bebé mediante videosomnografía.
El análisis confirmó, en primer lugar, los cambios ya descritos en el desarrollo de los patrones sueño-vigilia habituales durante los 12 primeros meses de vida.
En segundo lugar, evaluaron el efecto de introducir un estímulo para dormir. Dicho estímulo consistía en introducir una camiseta infundida de olor materno en la cuna de los bebés en el primer mes de vida, como un estímulo de olor supuestamente atractivo y familiar. El análisis reveló que la camiseta no producía efectos significativos en la capacidad del bebé de calmarse ni en su patrón de sueño.
Por último, se testaron una serie de variables que, según el modelo transaccional para el desarrollo de conductas auto calmantes del bebé (transactional model for the development of self-soothing behaviors), intervienen en su transición de vigilia a sueño. Se trata de un proceso dinámico e interactivo entre el bebé y una serie de influencias mediadas principalmente a través de la interacción con los padres o cuidadores. Entre las variables de este modelo están: la proporción de sueño tranquilo del bebé al nacer, su temperamento, la ubicación de su cuna y el estrés de los padres o cuidadores entre otras (ver imagen cabecera).
Entre todas variables testadas, se identificaron tres factores que promovían significativamente el desarrollo de la capacidad de calmarse durante los 12 meses:
1- La proporción de sueño de movimiento ocular no rápido (NREM) (fase de sueño tranquilo) del bebé al nacer.
2- Disminuir progresivamente de tiempo que el bebé pasa fuera de la cuna a lo largo de los meses.
3- Retrasar progresivamente el tiempo de respuesta de los padres al despertar nocturno del bebé.