Uno de los síntomas comunes en los trastornos de ansiedad es la presencia de trastornos del sueño. Una nueva revisión nos pone al día sobre la investigación publicada hasta la fecha, mostrando la relación entre ansiedad, trastornos del sueño y alteraciones afectivas en niños y adolescentes.
Los distintos tipos de trastornos de ansiedad comparten una serie de síntomas, entre ellos la presencia de trastornos del sueño. La elevada prevalencia de estos trastornos sugiere que existe una relación entre la regulación del sueño y la emoción que ha sido investigada en numerosos estudios a lo largo de los años.
En un artículo publicado en la revista Journal of Sleep Research se han recogido los estudios realizados hasta la fecha, examinando la relación entre trastornos del sueño y ansiedad en niños y adolescentes.
A diferencia de los adultos, en los niños los cambios de comportamiento del sueño forman parte del desarrollo normal, de modo que la identificación de los síntomas de trastornos de sueño infantil es compleja. De este modo, las investigaciones han tenido que tener en cuenta la etapa de desarrollo de los participantes y la gravedad de los síntomas del trastorno de ansiedad en sus análisis.
Entre las herramientas que se emplean para cuantificar sueño y ansiedad están, por un lado los cuestionarios o informes que tanto niños como de padres completan, y que permiten hacer una valoración de los síntomas a nivel subjetivo.
Por otro lado, se emplea el uso de la actigrafía y polisomnografía, que son pruebas que permiten hacer valoraciones cuantificables y objetivas. Brevemente, en la actigrafía un dispositivo tipo pulsera mide la actividad física y los movimientos durante el sueño, que de manera indirecta reflejan la calidad del sueño. Mientras que en la polisomnografía (PSG) se registra la actividad cerebral, de los músculos oculares y del musculo esquelético a través de un electroencefalograma (EEG). Ambas pruebas proporcionan datos a tiempo real, objetivos y que se correlacionan.
Con estas herramientas, son muchos estudios que han demostrado de manera contundente que hay la relación recíproca entre la calidad del sueño y la ansiedad. Así por ejemplo, en un estudio realizado sobre 107 jóvenes diagnosticados de ansiedad, los cuestionarios reportaron que, el 83% presentaba al menos un problema del sueño y el 66% dos o más (Alfano et al. 2006). En otro estudio, durante 7 días se controló mediante actigrafía a niños diagnosticados con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). El análisis mostró que estos niños dormían menos horas y presentaban mayor fragmentación del sueño. Además, estos datos se correlacionaban con la gravedad de los síntomas del TOC (Alfano & Kim 2011). En otro estudio se comparó el trastorno de ansiedad con la depresión mayor, usando cuestionarios y PSG. En este caso se mostró que los niños con ansiedad presentaban más dificultades para conciliar el sueño, más despertares nocturnos y menos sueño de ondas lentas (asociadas a la recuperación de la actividad diaria del cerebro y la consolidación de la memoria) que el grupo de niños con depresión y control (Forbes et al. 2008).
Aunque la conclusión principal es que los niños con ansiedad experimentan dificultades significativas de sueño, los tratamientos para ambas afecciones a menudo son unidimensionales. En este sentido, los autores sugieren el desarrollo de intervenciones que aborden sueño y ansiedad, por ejemplo de tipo conductual, para mejorar el funcionamiento general y la calidad de vida en estos niños y adolescentes.